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Espiritual

Albert Einstein (…) combinó armoniosa y sutilmente la objetiva practicidad del conocimiento científico con la etérea subjetividad de lo emocional y espiritual. Su pensamiento “La capacidad más grande que tiene el hombre es la de maravillarse, aquel que no la tiene, tanto le valdría estar muerto, sus ojos están cerrados” nos dice que una de las características humanas más positivas y potentes es la conexión entusiasta de las personas con todos los momentos y elementos de sus vidas. Cada instante vivido es un milagro, cada manifestación natural o humana es digna de admiración y nos aproximamos mejor al misterio vital desde la perplejidad y el asombro.


En nuestra ciudad vivimos en cierta medida de esta manera. Los cuencanos estamos deslumbrados con nuestro entorno natural, social y cultural. Permanentemente nos maravillamos de la belleza del paisaje y de las creaciones culturales de los habitantes de esta comarca. Los ríos nos inspiran al igual que el sigsal o el capulí. Cantamos la naturaleza del colibrí y nos identificamos con el quillillico y el gavilán. Alabamos el trazo de la ciudad, la arquitectura de sus viviendas y la teja nos parece hermosa. Pensamos que tenemos méritos y enaltecemos los rasgos de nuestra identidad. Nos consideramos buenos ciudadanos de la patria y del planeta.


Probablemente la existencia y proyección de esos sentimientos de amor, identificación y conexión con el entorno, determina la belleza de la ciudad y de su paisaje, así como el poder de su cultura y su reconocimiento a nivel nacional e internacional.

De eltiempo.com.ec, Juan Morales, columnista de El Tiempo Diario de Cuenca

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